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Dos curas colombianos encargan a sicarios su asesinato


El sacerdote colombiano Rafael Reatiga pidió a sus feligreses que oraran por él y le dio el director del coro de una lista de canciones para su funeral. Poco después, lo encontraron muerto a tiros junto con otro sacerdote católico el de reverendo Richard Piffano, de 37 años, en un coche en el sur de Bogotá el 27 de enero de 2011. 

Las autoridades sospecharon inicialmente de robo, pero hoy la Fiscalía ha hecho público que se trataba de un suicidio encargado a sicarios: los dos sacerdotes habían contratado a pistoleros para que los mataran, haciendo creer que era un atraco, después de Reatiga descubriera que tenía SIDA. 

Los investigadores descubrieron que habían hecho un pacto secreto para morir juntos y que días antes de la fecha fijada para dejar este mundo, viajaron hasta el Cañón de Chicamocha, un enclave natural espectacular, situado en el departamento de Santander, al noreste del país, para despedirse. Reátiga había nacido en esa región en 1975 mientras que su amigo, un año menor, era oriundo del Norte de Santander, departamento vecino. 

Los sacerdotes, que ejercían su apostolado en barriadas deprimidas del sur de Bogotá, dieron a los miembros de una banda criminal el equivalente a unos 8.000 euros, tras desistir de su plan original de lanzarse por un al norte de Bogotá. 

Además de SIDA, Reatiga tenía sífilis y, según el testimonio de algunos testigos, era un asiduo visitante de los lugares frecuentados por los gays en el centro de la capital colombiana. 

La policía halló a los dos presuntos asesinos, Gildardo Alberto Peñate y Castiblanco Isidro, al rastrear los números de teléfono a los que los sacerdotes habían llamado los días previos al suceso. Éstos han sido acusados ​​de homicidio y cada uno se enfrenta a una pena de hasta 40 años de prisión. 

Tres semanas antes de su muerte, Reatiga había transferido sus bienes a su madre, mientras que Piffano retiró aproximadamente 3.700 dólares de su cuenta bancaria el día de su muerte.

Rafael Reátiga era párroco de la iglesia Jesucristo de Nuestra Paz, entre los barrios de Bosa y Soacha de la capital. El quinto de siete hermanos, se había ordenado en el año 2000 en Honduras, y estudió Teología y Filosofía. 

Su amigo, Richard Píffano, párroco de San Juan de la Cruz, en Kennedy, también era sacerdote desde el 2000, además de tener el título de Filosofía. Se habían conocido en la Universidad y desde entonces eran íntimos. 

Los investigadores del CTI de la Fiscalía general supieron que los dos jóvenes frecuentaban locales gays de Bogotá vestidos de calle y sin llamar la atención. Los dos jóvenes eran muy apreciados en sus respectivas parroquias por su gran labor social y pastoral. 

Tal vez por esa causa, no querían decepcionar a los feligreses que tanto les respetaban y querían ni a sus familias. 

Fuentes: elmundo.es y y oddnews.org

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